miércoles, 27 de junio de 2012

El extraño suceso del chinche a media noche

Gijón, 1:30 de la madrugada.

No debería haber cenado ese suculento bocadillo acompañado de dos cervezas tan tarde porque voy a estar toda la noche con sed. Si bebo agua, al rato deberé bajar de la litera e ir al baño que está en el piso inferior. Si no bebo agua, estaré sedientamente despierta y no descansaré bien para la compe de mañana. Ah, no debería haber cenado ese suculento bocadillo acompañado de dos cervezas tan tarde porque voy a estar toda la noche con sed.

Así estaba, atrapada en un bucle de difícil solución que intentaba resolver tumbada en la litera de una habitación en la que estábamos todo el equipo de la selección catalana. La noche era tranquila, podía oír respirar profundamente a algunos de mis compañeros -extrañamente nadie roncaba- y observar las estrellas desde una claraboya sobre mi cabeza. Cuando parecía que estaba a punto de dormir y empezar a soñar con fuentes de agua fresca, un movimiento en la litera inferior, provocado por Helena, me sobresaltó. Me quedé a la escucha y oí como se levantaba y salía de la habitación. Otra que tiene sed, pensé. Volví a amodorrarme rápidamente pero otro ruido y una luz de linterna, esta vez en la litera vecina, me apartaron de las garras de Morfeo. Observé con curiosidad al responsable, Ramon, que ágilmente bajaba de su litera, se levantaba el pijama y se miraba la espalda. Este hecho no me extrañó porque si yo tuviese una espalda así también me la miraría incluso en horas intempestivas, pero cuando pasó rápidamente a enfocar a su cama, empecé a sospechar que algo raro pasaba.

Cotilla como soy, bajé de la litera para observar de cerca la cama de Ramon: bajo la blanca luz del frontal, unos bichitos pacían a sus anchas por la sábana. Su chica, Maria Alba, también se levantó inquietamente, igual que Helena, que acababa de aparecer, harta de sufrir unos picores que no la dejaban dormir. Durante los primeros instantes observamos nuestras camas pasando del detenimiento al asco al descubrir varias generaciones de bichos de entre 1 mm y 1 cm conviviendo armoniosamente en nuestros lechos. La noche prometía ser entretenida.


Atravesamos los cuatro la habitación, intentando no despertar a nadie, y bajamos al baño del piso inferior. Allí pudimos expresar nuestra sorpresa mientras nos despelotábamos para descubrir más insectos retozando por nuestros cuerpos. Son pulgas, dijo uno. Garrapatas, dijo otra. No, esto son chinches, sentencié. La verdad es que nunca había visto un chinche, pero por lo que había oído, es típico encontrarlos en las camas y, además, estos tampoco tenían aspecto ni de pulga ni de garrapata.

En pleno éxtasis desparasitador entró el vigilante del albergue para mandarnos callar aunque el que se quedó sin habla fue él al presentarle nosotros los simpáticos animalitos. Reclamamos una habitación nueva y, sobre todo, limpia de chinches. Él juró que era la primera vez que sucedía algo así y que, evidentemente, nos iba a cambiar de cuarto. Entre pitos y flautas pasó una hora hasta que estuvimos de nuevo en la cama, esta vez en una pequeña habitación para los cuatro noctámbulos. Tras tanto jaleo, era imposible conciliar el sueño, en mi nueva cama veía chinches donde solo había manchas y cuando no me picaba la cabeza me picaba la pierna. Helena dormía, qué jodía, pero Ramon y Maria Alba estaban igual que yo así que empezamos a charlar sobre sectores de escalada, tema relajante donde los haya. Creo que conseguí dormir una hora.

Al día siguiente, los chinches habían chinchado a más de uno. Edu, por ejemplo, también tuvo el placer de conocer a los animalitos en plena noche pero, en vez de saltar histérico de la cama, mató a todos los que pilló y continuó durmiendo como si tal cosa. Pol, en cambio, fue el gran damnificado llevándose 30, 40, ponle 50, picadas de chinches pero sin enterarse de nada en toda la noche.

Recuerdo al respetable que, tras esa apasionante noche, los chinchados íbamos a participar en el Campeonato de España de Escalada 2012. Compitiendo, me sentí cansada y poco activada pero, por otro lado, fue la mejor compe estatal del año en cuanto a rendimiento: luché en las dos vías y caí cuando ya no pude dar ni un paso más. Una vez más, he aprendido: la expresión “anda y que te chinchen” no volverá a ser algo malo para mí.
 
Fotos de Paula Alsina y Desnivel.com. El mismo paso de la vía de la final desde distintos lados.

viernes, 22 de junio de 2012

Seres venerables

 [  Cuando una ternerita me mira y dice mu, bellos sentimientos afloran en mí. Y no me refiero a zampármela, sino a apachurrarla cariñosamente. Cuando una vaca me mira y dice mu, la observo con incertidumbre y, si la genética me lo permitiese, arquearía una ceja. Cuando un toro me mira y dice muh (con hache final en este caso, así es el lenguaje bovino) me pregunto adrenalinicamente si este fornido ejemplar, aun sabiendo que estos animales ven en blanco y negro, disfruta observando mi flamante chubasquero rojo. ]
  
Subiendo hace unos días por el sendero que bordea la cascada de la Larri, en el valle de Pineta, gozaba de este precioso entorno pirenaico que en pocas semanas se llenará de gente atraída por los encantos del monte. Al llegar a la parte superior de esta cascada se accede a un valle secundario que llanea suavemente y donde, el otro día, un toro, algunas terneras y cientos de vacas, abarrotaban flemáticamente. Que los pacíficos mugidos y el retumbar del suelo bajo su trote cansino me puedan poner los pelos como escarpias es manía mía, pero no quiero yo pensar (es decir, no puedo dejar de hacerlo) en que a algún bóvido de esos le de por cambiar la dieta de repente, haciéndole ascos al fresco pasto ante caperucitas rojas acoquinadas. Por suerte, no se ha dado el caso aún, y por eso he podido narraros esta increíble experiencia próxima a la muerte.
¿Sería una buena pastora? Añadir, en mi contra, que la foto central, de tan reposado semblante, dista en varios km de la manada vacuna.

Eso ocurrió el tercer día de los cuatro que estuvimos por Bielsa. Los otros, los dedicamos a escalar en la Foz de la Canal junto con Montse, Andoni y Cristian y los magníficos BTR, entre otros. Para quien no los conozca, los BTR son ese grupo de escaladores franceses, a cada cual más fanático, que sobrepasa los 60 años y cuyo apodo viene de sus reiteradas escaladas por Bielsa, Terradets y Rodellar. Se comprende, entonces, que hayamos coincidido bastante con ellos. Son unos tipos fuertes y aguerridos pero a mi me encandila su trato agradable de acento franco y la pasión que muestran por la escalada. Pues Bielsa, es decir, la Foz y las Devotas, es la última aldea gala (o la primera), un sitio fresco para escalar en verano con algún equipamiento “a la francesa”. Si vais allí os los encontraréis seguro y, entonces, fliparéis de la energía y buen rollo que desprenden estos grands hommes
67 y 62 años, respectivamente: ¡Bravo!

lunes, 11 de junio de 2012

Efecto peeling

Las breves vacaciones se han acabado rápido, característica intrínseca y perversa de la brevedad cuando es buena. Aun así, creo que han sido las vacaciones más destructivas después de aquellas del 45 en Hiroshima (ser hija de la reencarnación catalana de von Manstein acarrea momentos bélicos imprevisibles). Yo pensaba que pasado mayo la tranquilidad vendría a mí, pero se me antoja un mes y medio movidito hasta el armisticio.

Mientras remato el trabajo de fin de máster (última semana, ¡BIEN!), enlazo competición tras competición (campeonato de España, Rodellar nocturno y Margalef M Xtrem) y asisto a eventos variados como la boda de una de mis mejores amigas o el crecimiento de mis lechugas, no voy a tener tiempo para depilarme. ¡Aja! Esta no os la esperabais, ¿eh? Pues yo tampoco.

Aprovecho ahora para dar cuatro pinceladas sobre estas vacaciones tan abrasivas antes de retomar mis labores:

Estos días hemos estado perfectamente acompañados en todo momento: primero con Alberto y luego con los “Miquelets” en Culla y, más tarde, tres días fanáticos en Albarracín con els Bous de la Salle. Los locales nos han aconsejado y guiado de mil amores y, eso, se agradece. Os guardo una lechuga por cabeza.

Culla: espectacular paredón a la sombra infestado de chorreras. Vías inhumanas, tanto de calidad como de abrasión. Las pieles de manos y muslos te quedan como si hubieses ido a flagelarte devotamente de procesión. ¿Y lo suave que te queda la piel? Si es que me quejo por vicio.
Escalando en Culla. De izquierda a derecha: Alberto en "El poder de Keler" 7c, yo en "Alegre bandolero" 8a y Esteve en "La increible Jul" 8b.

Albarracín: ¿qué puedo decir yo de este sitio, ignorante absoluta del bloque, que os aporte algo nuevo? ¡Su merecida fama ya lo dice todo! La única aportación positiva que vislumbro aquí es la que el bloque me ha hecho a mí. Aparte de añadir más rasguños a mis extremidades -si algún día aprendo a mantelar elegantemente supongo que dejaré de salir arrastrándome por encima de las piedras cual serpiente en plena muda- o cocer mis yemas a la brasa, el aprendizaje ha sido absoluto.

 En Albarracín con els Bous de la Salle. Sí, estoy hablando con Lola y, Neula, que no pierde detalle. Foto: Jaume Oliveras.

Dicho esto, y mirándome las piernas, no es que no tenga tiempo de depilarme, es que no me atrevo (y no por los pelos, que podría ser -es cuestión de tiempo-, sino por los rasguños).