Está claro que mi entrenador quiere deshacerse de mí y, desgraciadamente, sí sabe cómo. "30 piscinas" me mandó nadar el otro día. Algo, para la mayoría de vosotros, nada fuera de lo normal, "poca cosa" diréis. Un gran reto para mí. Un reto cabrón, puntualizo, sobre todo para alguien que en su vida ha nadado una sola piscina. Eh, no me miréis así, no es culpa mía, mi madre prefirió apuntarme a ballet en vez de llevarme a la piscina; en la escuela del pueblo jamás nos dieron clases de natación y, en verano, íbamos a la montaña donde, como mucho, metía los pies en el río. Mi jocoso destino ha sido de secano hasta ahora y, por eso, en las piscinas, lo máximo que he hecho ha sido pasear el bikini arriba y abajo, tomar el sol y bucear: no tengo ni idea de nadar (a menos que desplazarse por el agua como un perrito cuente como un estilo de natación). Como consecuencia, o efecto de ello, el medio acuático nunca me ha inspirado demasiada confianza.
Hoy no tengo material gráfico propio, lo siento de corazón, por eso cuelgo un par de cosillas que tenía en mente hace un tiempo. Esta me encanta: prohibido el paso, los infractores serán disparados, los supervivientes serán disparados de nuevo.
Total, que tras la orden de nadar pensé "veamos, yo sé que flotar, floto, así que la opción de ahogarme no la barajo como la más probable", de manera que decidí tomármelo como un desafío más. Me fui al Decathlon a comprar todo lo necesario para no llamar la atención en una piscina y, al día siguiente me lancé de cabeza al agua (bueno, es un decir... como evidentemente habréis deducido no sé tirarme de cabeza, así que entré sentada).
Vaya, ya estoy en el agua, 28ºC dice en el cartel. La primera piscina la cruzo a braza que es lo más parecido a bucear y, cuando llego al otro lado me percato de que será duro. La segunda pruebo con el crol -inciso: sé los nombres de los estilos y tengo "cierta" noción de cómo ejecutarlos gracias a la sabiduría popular y a las tardes de sofá viendo las olimpiadas, a partir de ahí afirmo que "nado en el desconocimiento"-. Me pregunto extrañada cómo pueden los nadadores respirar por un lado con el agua a ras de boca sin tragar ese líquido clorado. Con estos pensamientos tan básicos me paro jadeante en el borde, mirando a mí alrededor con la esperanza de pasar desapercibida. Tres de los cinco socorristas (tanta vigilancia me escama, yo creo que alguien dio la voz de alarma horas antes) me están observando de mala gana mientras yo disimulo recolocándome esas ventosas succionadoras de ojos mal llamadas gafas de natación. Qué vergüenza, qué ridículo, y sin embargo... ¡me lo estoy pasando pipa! Soy tan novata y tan torpe que cada nueva piscina que recorro es un éxito flagrante.
Esto de nadar por primera vez fue todo un aprendizaje en muchos sentidos, nunca hubiese imaginado que una piscina pudiese estar tan concurrida. Había un montón de fauna acuática: niños del demonio en pleno cursillo con monitores y papás mirando atentamente, la jauría de socorristas (¿de verdad siempre hay tantos socorristas?), un tío limpiando el suelo con agua a presión, un grupo de abueletes con sus acompañantes haciendo ejercicios con tubos plásticos de colores y varias señoras de mediana edad nadando en el carril de al lado y adelantándome sin compasión todo el rato. Hubo un momento, entre chupito y chupito de cloro, en que pensé que todos me miraban y, no con buenos ojos, precisamente.
La cuestión es que esta semana me tocan 40 piscinas, así que volveré, pero más preparada todavía, si cabe, pues una amiga me ha contado cómo debo nadar y la he estado escuchando muy atentamente y también he mirado videos en internet (de natación, no seáis guarrillos)...
Amigos, si no vuelvo a escribir por aquí ya sabéis por qué, glups.
Vaya...con un socorrista así es de ley ahogarse (tenía el capricho de poner a James -yo le llamo así, ¿qué pasa?- aquí aunque no venga a cuento)
Total, que tras la orden de nadar pensé "veamos, yo sé que flotar, floto, así que la opción de ahogarme no la barajo como la más probable", de manera que decidí tomármelo como un desafío más. Me fui al Decathlon a comprar todo lo necesario para no llamar la atención en una piscina y, al día siguiente me lancé de cabeza al agua (bueno, es un decir... como evidentemente habréis deducido no sé tirarme de cabeza, así que entré sentada).
Vaya, ya estoy en el agua, 28ºC dice en el cartel. La primera piscina la cruzo a braza que es lo más parecido a bucear y, cuando llego al otro lado me percato de que será duro. La segunda pruebo con el crol -inciso: sé los nombres de los estilos y tengo "cierta" noción de cómo ejecutarlos gracias a la sabiduría popular y a las tardes de sofá viendo las olimpiadas, a partir de ahí afirmo que "nado en el desconocimiento"-. Me pregunto extrañada cómo pueden los nadadores respirar por un lado con el agua a ras de boca sin tragar ese líquido clorado. Con estos pensamientos tan básicos me paro jadeante en el borde, mirando a mí alrededor con la esperanza de pasar desapercibida. Tres de los cinco socorristas (tanta vigilancia me escama, yo creo que alguien dio la voz de alarma horas antes) me están observando de mala gana mientras yo disimulo recolocándome esas ventosas succionadoras de ojos mal llamadas gafas de natación. Qué vergüenza, qué ridículo, y sin embargo... ¡me lo estoy pasando pipa! Soy tan novata y tan torpe que cada nueva piscina que recorro es un éxito flagrante.
Esto de nadar por primera vez fue todo un aprendizaje en muchos sentidos, nunca hubiese imaginado que una piscina pudiese estar tan concurrida. Había un montón de fauna acuática: niños del demonio en pleno cursillo con monitores y papás mirando atentamente, la jauría de socorristas (¿de verdad siempre hay tantos socorristas?), un tío limpiando el suelo con agua a presión, un grupo de abueletes con sus acompañantes haciendo ejercicios con tubos plásticos de colores y varias señoras de mediana edad nadando en el carril de al lado y adelantándome sin compasión todo el rato. Hubo un momento, entre chupito y chupito de cloro, en que pensé que todos me miraban y, no con buenos ojos, precisamente.
La cuestión es que esta semana me tocan 40 piscinas, así que volveré, pero más preparada todavía, si cabe, pues una amiga me ha contado cómo debo nadar y la he estado escuchando muy atentamente y también he mirado videos en internet (de natación, no seáis guarrillos)...
Amigos, si no vuelvo a escribir por aquí ya sabéis por qué, glups.
Vaya...con un socorrista así es de ley ahogarse (tenía el capricho de poner a James -yo le llamo así, ¿qué pasa?- aquí aunque no venga a cuento)