Si te gusta escalar y pagar peajes, vivir cerca de Barcelona es la mejor opción. Por eso, el viernes, cuando íbamos a salir con la autocaravana a escalar -¡por fin!- y la graciosa batería la palmó oportunamente, no nos importó demasiado quedarnos en casa e ir a escalar por aquí al lado.
El sábado fuimos a Montserrat, al entrañable Vermell del Xincarró. Yo andaba necesitada de las sensaciones que proporciona escalar una vía in extremis, tenía ganas de sufrir tocando roca y generar todo el ácido láctico atrasado. Volver a escalar después de unos días de abstinencia mola, pero hacerlo en Montserrat es como sacar conejos rabiosos de una chistera: peligrosamente mágico. O por lo menos para mí, ya sea por el vínculo sentimental con ella o por lo difícil de su escalada o por el ambiente especial que se respira (sobre todo en los sextos clásicos “protegidos” con buriles), no lo sé pero me encanta.
Busca Brega (7b+): Esteve, Oriol, Didac y yo disfrutamos de esta joia montserratina. |
Hoy, domingo, hemos ido al Pas de la Mala dona, en el Garraf. No había estado nunca (podéis reír). No, de verdad, nunca habíamos escalado ahí aun estando a media horita de casa. Pues menudo sector: las vías, la roca, el mar, los veleros, las palmeritas, el sol, los ladrones… pero qué os voy a contar yo de este lugar tan mítico que no sepáis, si acaso contadme vosotros a mí. Ahora entiendo porque tantas generaciones de escaladores barceloneses han ido siempre a trepar a la Mala dona.
Un solete y un solazo. |
Ah, si te hubiera conocido antes…mmmm (onomatopeya de pensar), pues creo que si te hubiera conocido antes me hubiese muerto de miedo entre tanto aleje y chapa oxidada. Cada cosa a su debido tiempo.