Volvía ayer de Rodellar escuchando la radio mientras conducía, después de una semana de escaladas y relax. El asombro, en forma de mano en la boca tapando un ah, aparecía a cada nueva noticia que escuchaba –he estado un tanto desconectada y me he vuelto un tanto enrevesada, por lo que veo-. Que si la matanza de Noruega, que si Amy la ha palmado, que si el Tour lo ha ganado sorpresivamente el australiano Cadel Evans (curiosamente soy fan del Tour). Noticias que marcarán este verano y se entremezclarán con nuestras vivencias. Me gusta relacionar estas futuras efemérides globales con las mías, creo que es algo que hacemos todos, ni que sea inconscientemente. De este modo siempre recordaré que el verano del 2011 encadené mi primer 8b, Les Chacals, justo esa semana de julio cuando pasó todo aquello. Por desgracia las experiencias se van difuminando en el tiempo y al final solo queda el hecho en la memoria y poco más, de ahí que escribir sea tan útil (Francesc, segueixo els teus passos, ja ho veus).
Parte de la manada murciana escalando. Foto: Esteve Casas. Estado de gangrena de sus piernas: 9 sobre 10.
Pero centrándome en lo mío, como Umbral –yo aquí he venido a hablar de mi libro-, esta semana he descubierto algo difícil de deducir a primera vista, pero evidente en su resolución. Si tenéis algún amigo o amiga que encadene mucho ya solo queda preguntarle si es de Murcia. Si dice que no, o es de Manresa o miente. Estos días lo he podido comprobar “in situ” junto con un grupo de murcianos, yo los he llamado los Hunos de la escalada porque arrasan por donde pasan. Y como me he dado cuenta al momento de esa envidiable virtud (¿será por los productos de la huerta murciana?), rápidamente me he arrimado a ellos a ver si se me pegaba algo. Ha sido con Tere, murciana, claro, que hemos formado un equipo invencible. Porque, amigos, no solo hemos encadenado juntas y con estilo un 8b sino que además hemos sido capaces de darle a la indiaca (pelota rara con plumas) hasta cinco toques seguidos sin tocar suelo y casi ganamos a un niño de 10 años al Party Junior. Hemos peleado como leonas en cada prueba que el destino nos ha puesto por delante: desde el paso a bloque de la vía hasta tararear la maldita canción de los Simpson (aún me pregunto en qué fallamos para perder la partida…). Lo que os digo, las guerreras amazonas a nuestro lado parecen un atajo de marujas.