Cuando devuelvo el carrito del super, después de cargar la compra en el maletero, tengo la mala costumbre de correr por el parking empujando el carrito para luego subirme a él recorriendo a toda pastilla los últimos metros hasta el depósito de carritos (o como se llame eso). Pues estaba el otro día disfrutando de tan trepidante actividad cuando oigo “¡mira mamá lo que hace esa señora!”. Yo, que soy curiosa por naturaleza, empiezo a mirar a mí alrededor buscando en vano a una señora haciendo algo llamativo. Tras mucho mirar y casi perder el equilibrio sobre mi F1 del carrefour llego a la triste conclusión de que la tal señora soy yo. “Niña del demonio, ¡llamarme a mi señora!” pensaba mientras recuperaba mi moneda de 50 céntimos.
Siempre quise colgar aquí esta pintura (El almuerzo de los remeros de Renoir). Me viene a huevo porque la primera vez que lo vi me pareció un grupo de señoras y señores ya talluditos pero lo vuelvo a mirar hoy y los veo mucho más jóvenes -qué suerte la suya-.
Los años pasan y mi post de hoy trata de eso y de cómo un grupo de señoras y señores escaladores se van haciendo mayores –vaya, imagino a más de uno revolviéndose en su silla-. Como es una historia basada en hechos reales me inventaré los nombres, así estaréis en el anonimato (eh, Oriol?).
Estábamos este sábado escalando en un precioso rincón de Margalef cuando al señor Oriol se le ocurrió la brillante idea de preguntar acerca de cuantos años le echaba un Simpático escalador que desconocía tal dato. Por lo visto el Simpático escalador hizo gala a su nombre y nos hizo reír durante un buen rato al ponerle 7 u 8 años de más al señor Oriol y 3 años de más al señor Esteve. Y es que la vida ha castigado mucho a estos dos –y lo que les queda-.
El resto de sábado pasó sin más novedad que la alegría de reencontrarse con las señoras Angela, Daila, Andrea, María y demás (¿a que da rabia? No voy a ser la única señora, aviso).
Y el domingo otra vez se me recordó que ya llevo unos añitos de permanencia en este mundo. Un niño (13 años, aun no le llamaré señor pero quizás sí niño del demonio) me hizo una serie de preguntas nada agradables:
Niño del d.: ¿Tú qué grado máximo has hecho?
Señora Marieta: 8a+
Niño del d.: ¡uau! Y hace muchos años de eso, no?
Señora Marieta: -vale, contaré hasta diez, respiraré hondo e intentaré no matar al niño del demonio sino responder con elegancia-
Señor Esteve: (adelantándose y entre risas) sí, sí, hace mucho tiempo, cuando era joven.
Una señora y un niño del demonio.