lunes, 23 de noviembre de 2009

Verde que te quiero verde

Estremecida es como me he quedado este finde tras comprobar cómo suben –por las paredes- las nuevas generaciones.
El esperado reencuentro entre Neula y sus dos canguros favoritas se ha dado en la pared de les Bruixes. No sabéis qué envidia siento cuando la perra se lanza, llorando, ladrando y gimiendo como una posesa, contra Silvia y Mariona, las dos niñas que ella adora.

Las Suris ya aprietan en los 7b+.

Este fin de semana los astros nos han sido indulgentes, Esteve se ha hecho con un buen 8a (Fórmula Weekend) y con un 7c+ (Last line) al flash, cantado magistralmente en do menor por Edu –el padre de las niñas, para más señas-. Otros encadenes emocionantes han sido el de Guille, que se ha peleado con un 7c+ para llevárselo a vista y el de Morris, con l'Efecte 2000 (8a). Por lo que a mí concierne, me he desquitado totalmente del maldito resbalón de la última competición: he encadenado mi primer 8a+ (l’Adreçador).

Leer “Mi primer loquesea”, es algo que me trae confusos recuerdos. Veréis, yo tenía un libro titulado “Mi primer diccionario de inglés” que era de la casa Disney y que mi madre me regaló con la ilusión de que aprendiese el idioma de la Commonwealth de manera prematura. Día sí y día también, empezábamos juntas a leernos la primera lección que iba de unas ardillas del demonio, que se despertaban contentas para ir al cole. “A ver, lee” me decía mi madre. Y yo, obediente como siempre he sido, leía lo que sigue “Little chipmunck has just awakened”, con la esperanza de que el conocimiento de la lengua inglesa acudiese a mi infusamente pero con una pronunciación que pronosticaba todo lo contrario.
Más adelante tuve “Mi primer diario”, una libretita de tapas rosas y doradas letras que rezaban la dichosa frase, con candado en forma de corazón, en la que, se suponía, tenía que escribir mis experiencias diarias para ordenar mis pensamientos más íntimos. Pero lo único que lograba escribir allí era el menú del cole. A veces intento entender porque hacía eso y la única conclusión plausible que se me ocurre es que me disgustaba tanto la comida que nos daban que necesitaba escribirlo para dar fe de ello. Ya no sé a cuento de qué venía todo esto, realmente empiezo a chochear (y con esta bonita palabra acabo de tirar por suelo todo resto de buena reputación que pudiese tener).

Como veis el verde está de moda. (Faltabas tú, Helena, ¿donde está tu chaqueta verde? Oye, que si ya no te gusta me la das…)

Y volviendo al tema escalada, decir que algo le ha pasado al camino de les Bruixes (ya sé que es evidente, pero puntualizaré: entre el sector y la miniferrata), que está más patinoso que nunca y donde tres de cada cuatro escaladores pierden el equilibrio con opción a caer de culo.
¿Será por la masificación? No lo sé, pero Esteve me contó que hace un par de semanas estaba el sector lleno hasta la bandera de escaladores que habían llegado en autocar, el cual estaba aparcado al lado de la presa.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Un desliz

“Esto no me puede estar pasando a mi” es lo primero que pensé inmediatamente después de resbalar y caer a la altura de la cuarta o quinta presa, este sábado en IFEMA. Sí, me caí tan precipitadamente que, en cuanto pisé suelo, casi albergaba la falsa esperanza de que me dejasen volver a intentarlo, pensamiento que deseché al oír el cálido aplauso del público que me supo más a compasión que a otra cosa y que me devolvió a la cruda realidad.
Caer por un resbalón es un trago tan amargo que te escuece el alma (intento ponerme en plan trágico, perdonadme), y lo último que te apetece es estar de buenas, sin embargo, quería y debía encajarlo con estilo y deportividad, así que sonreí y saludé mientras intentaba buscar culpables hallando una única acusación: la de mi propia actuación. Y así, con esta estelar intervención, concluí mi recital en la vía de la final de la última prueba de la Copa de España de Escalada de dificultad.



Debo deciros que cuando te pasa algo tan inesperado y definitivo, aparte de la sorpresa y de la cara de tonto que se te queda, te posee una rabia inenarrable la cual te invita a usar la esfera craneal, mal llamada cabeza, para intentar abrir un boquete en la pared.
Ahora ya está digerido y me queda en el recuerdo la buena muestra de comprensión de algunos compañeros, conocidos y, sobre todo, de mis amigas que, con sus historias de caídas por resbalón en competiciones nacionales e internacionales, me aliviaron momentáneamente. Ya sabéis, mal de muchos

lunes, 2 de noviembre de 2009

Con cariño y respeto

Esteve es, sin lugar a dudas, mi mejor compañero de cordada desde que me inicié en esta actividad vertical, años ha. Entre él y yo siempre ha existido una camaradería y una compenetración que ya la quisieran Oliver y Benji, los hermanos Pimpinela o Millet y Montull, fruto de largas jornadas dándonos cuerda mutuamente. Así es, nos llevamos notablemente bien y nos conocemos lo suficiente como para descubrir sin problemas los instantes en los que el otro se halla en estado de aturdimiento general colgado ante una vía. Son esos momentos en los que sabes que la mayor ayuda es el silencio, porque si hablas en son de auxilio, la confianza -nacida de tan bellas etapas de lactato y magnesio- hará aparición en forma de ofensas, improperios y tacos variados.

Qué bonita estampa: trabajo en grupo, colaboración y dolor de riñones.

Cuando el que escala es ÉL
Hombres, sois muy pesados (Dios mío, qué estoy diciendo…). Me explicaré desde el cariño y el respeto: Caballeros, es una mala estrategia, para aquellos cuyo peso –de ahí lo de pesados, no os mosqueéis todavía- sobrepasa en un 50% el peso de vuestro asegurador, pedir que os pillen no dejando ni un milímetro de cuerda entre vuestro nudo y el mosquetón, ilusos. Tan difícil es entender que cuando caéis, los aseguradores que pesamos menos, salimos disparados hacia el infinito y más allá –dinamizando la caída, mostraos agradecidos- y que, por tanto, vais a caer mucho más de lo deseado. Tan complicado es darse cuenta que intentar gusanear cuando tienes 4 metros de cuerda por encima de tu cabeza –en medio de un desplome de 30º-, con la inestimable ayuda del peso pluma de tu asegurador, es casi siempre, una tarea ardua a la par que cansina. Aprended la lección de una vez y dejad los resoplidos y las quejas para cuando os tengáis que deslomar, como muchas de nosotras, asegurando a algún lozano elemento de serrano cuerpo -desde el cariño y el respeto, he dicho- que doble vuestro propio peso.

Cuando la que escala es ELLA
El mundo es perfecto cuando la mujer escala y no hay nada más que objetar.

...tras dos días pensando en algo negativo que decir respecto a las escaladoras (y es que durante las primeras 47 horas solo se me han ocurrido agravios para con los hombres; tengo material para escribir mínimo 100 posts, pero mejor me callo)...


Vaaaaale, ya lo tengo, pero no os hagáis ilusiones. Lo que ahora voy a explicar no es exclusivo de la sección femenina de la escalada, aunque sí es más habitual hallarlo en ellas que en ellos. Debo decir, antes de nada y en defensa del propio sexo, que cualquier queja que podamos emitir es siempre suscitada por vosotros y, por tanto, apropiada y merecida. El caso es que, hablo desde la experiencia personal –y desde el respeto y el cariño, ya puestos-, las mujeres no soportamos que nos digan cómo hay que realizar los pasos de una vía cuando, tras intentarlo tal y como nos han dictado,

1- La dislexia nos ataca y, como resultado, no sale el paso y caemos.
O bien,
2- El movimiento es morfológicamente imposible y, como resultado, no sale el paso y caemos.

En ambos casos la culpa es SIEMPRE de él por abrir la boca y, encima, por hacerlo tan mal y confundirnos. Entonces, enfadadas irRacionalmente por la mala calidad de la información, decimos cosas muy feas como por ejemplo: “¿Cómo querías que fuese de ese canto a ese otro? ¡Si no llego! Tendría que haber cogido ese bidedo -que para ti es un monodedo, por cierto-”.
Y si la respuesta es al más puro estilo Poncio Pilato: “pues haberlo cogido, a mi qué me explicas”, entonces ya la habéis cagado para lo que queda de vía y la siguiente, al menos. Perdón, me he equivocado, quería decir que ya la habéis cagado para lo que queda de vida y la siguiente, al menos.