Un rollo de cuerda

Como ya os he explicado varias veces, cuando aseguro a alguien que está a punto de hacer una vía, me pongo tan nerviosa que doy cuerda a mansalva, no sea caso que por mi culpa trunque una escalada exitosa. Esteve, por ejemplo, encadenó el sábado Golpe de Gas (8b) en Les Bruixes con una comba ideal para ponerse a saltar "el cochecito leré". Y es que, a veces, la cuerda está más liada que el final de Falcon Crest: más vale prevenir pasando cuerda y deshaciendo el embrollo antes de que los bucles se manifiesten atascando el Grigri.

Esteve dándole al gas -con comentarios así me estoy ganando el cielo, lo sé-.

Todos hemos vivido, activa o pasivamente, el bloqueo del Grigri por nudos o bucles de cuerda. Si estás asegurando es fácil despistarse un momento y que la cuerda rizada suministre bucles para atrancar el Grigri (sí, también soy de las que creo que las cuerdas tienen vida propia y, las que yo conozco, muy mal carácter). Este es un mal rato que hay que solventar rápido: o andamos hacia adelante si podemos, o deshacemos el bucle ágilmente si somos lo suficientemente mañosos (que no es mi caso). Yo siempre digo que es Neula la que me pisa la cuerda, aunque claro, no sé si quedará demasiado convincente, sobre todo cuando la perra está olisqueando mochilas al otro lado del sector.

Neula pillada in fraganti.

Pero aun es mucho peor si esto sucede cuando escalas: coges cuerda -la primera brazada sucede normalmente sin problema-, muerdes y vas a coger más pero justo cuando te faltan dos palmos para chapar, el brazo te queda rígido como el de un urbano. Entonces, angustiosamente para la mano que arquea la que ahora te parece la regleta más mala de toda la vía, empiezas a estirar para arriba y ves como subes la cuerda a trompicones. Me sudan las manos solo de escribirlo.