domingo, 26 de febrero de 2012

Cargando baterías


Si te gusta escalar y pagar peajes, vivir cerca de Barcelona es la mejor opción. Por eso, el viernes, cuando íbamos a salir con la autocaravana a escalar -¡por fin!- y la graciosa batería la palmó oportunamente, no nos importó demasiado quedarnos en casa e ir a escalar por aquí al lado.

El sábado fuimos a Montserrat, al entrañable Vermell del Xincarró. Yo andaba necesitada de las sensaciones que proporciona escalar una vía in extremis, tenía ganas de sufrir tocando roca y generar todo el ácido láctico atrasado. Volver a escalar después de unos días de abstinencia mola, pero hacerlo en Montserrat es como sacar conejos rabiosos de una chistera: peligrosamente mágico. O por lo menos para mí, ya sea por el vínculo sentimental con ella o por lo difícil de su escalada o por el ambiente especial que se respira (sobre todo en los sextos clásicos “protegidos” con buriles), no lo sé pero me encanta. 

Busca Brega (7b+): Esteve, Oriol, Didac y yo disfrutamos de esta joia montserratina.

Hoy, domingo, hemos ido al Pas de la Mala dona, en el Garraf. No había estado nunca (podéis reír). No, de verdad, nunca habíamos escalado ahí aun estando a media horita de casa. Pues menudo sector: las vías, la roca, el mar, los veleros, las palmeritas, el sol, los ladrones… pero qué os voy a contar yo de este lugar tan mítico que no sepáis, si acaso contadme vosotros a mí. Ahora entiendo porque tantas generaciones de escaladores barceloneses han ido siempre a trepar a la Mala dona. 
Un solete y un solazo.
 Ah, si te hubiera conocido antes…mmmm (onomatopeya de pensar), pues creo que si te hubiera conocido antes me hubiese muerto de miedo entre tanto aleje y chapa oxidada. Cada cosa a su debido tiempo.

lunes, 20 de febrero de 2012

De noche todos los escaladores son pardos


Sábado, 6 de la tarde, el ordenador arde casi tanto como mis pestañas: llevo horas -días- dedicándome a un trabajo de la universidad que me tiene contenta. Estoy sola en cuerpo y alma, mi familia pendonea haciendo actividades variadas, mis amigos están todos escalando y yo estoy aquí, castigada ante la pantallita del notebook.

Cuando mis dedos empiezan a teclear disléxicamente decido que ha llegado el momento de levantar el culo del asiento. ¿Qué hacer? La oferta no es demasiado amplia y está anocheciendo (esto último es para darle un toque de misterio, por si no lo habíais captado).

La única alternativa de distracción posible que incluya movimientos trepadores es una compe de bloque en Lliçà de Vall. Se trata de un open nocturno con presas luminosas y, según veo por el Facebook, junto con la inscripción te dan bocadillo y bebida. También leo que hay que ir disfrazado. Mare meva… ¡es justo lo que necesito! Cojo los gatos, el magnesio, una peluca azul (si todo el mundo va a ir disfrazado, al menos pasar desapercibida) y pongo rumbo al follón. Al llegar veo, o mejor dicho, no veo nada: entre mi miopía galopante, alguna gente disfrazada y la oscuridad del pabellón, contrastada por el brillar de las presas, parece que me haya perdido por una discoteca. Suerte que, al rato, reconozco a Leo, Alex y Marc entre los competidores. Los bloques están muy bien aunque algunas presas resbalan un poco aun acabándose de cepillar. –¡Atención! espacio de propaganda subliminal- Esto no pasaría con el cepillo Edelrid, elegante y práctico utensilio de doble brocha que sirve tanto para cepillar efectivamente un canto sobado como para limpiarte la suciedad incrustada en las uñas, o los dientes en caso que seas un caballo (lástima que el mío lo tuviera secuestrado Neula en su caseta, cosa que comprobaría in situ más tarde). 
Ladronzuela canina.

Cumplo con el objetivo: Me desfogo entre tanta presa luminosa y, además, me toca un crash pad (¡bien! Ya puedo hacer volteretas por el patio de casa sin que me duela la espalda). Eso sí, sumo otro fin de semana sin tocar roca, creo que esto es demasiado ya para mí cabeza. Y así estoy, claro.

miércoles, 15 de febrero de 2012

El Morcillas (o Murcia style)

Este fin de semana he estado triscando por tierras murcianas con los amigos de Gárgola. El plan consistía en visitar el nuevo rocódromo que Gárgola ha construido en tiempo récord en la ciudad de Murcia, ir a la inauguración el viernes, competir el sábado y lo que surgiese el domingo.
Del roco, qué decir, pues mucho mejor que cualquier estructura de las competiciones estatales. De hecho, la compe del sábado fue de las más duras que mi cuerpo puede recordar (y, sentadita en el sofá, doy fe de que aun se acuerda ahora). De esto no voy a hablar más, tenéis información aquí.

Cualquiera con pocas ganas de escribir os diría que fue genial y que hubo muchas risas con el equipo Gárgola y los murcianos. Esto sería aproximado a la realidad, pero tampoco le haría justicia a lo que fue el fin de semana. Personalmente, si hay algo en este mundo que me llena de júbilo es comer bien rodeada de gente jacarandosa (y no es un refrán, pero podría serlo). Pues eso es exactamente lo que hice yo en Murcia a parte de engendrar más agujetas que Stallone después de rodar Rocky V.

Amigos, tener agujetas en las piernas ya es posible con este tipo de bloques.

Lo de las agujetas es la historia de siempre: muchos bloques muy duros y poco músculo muy atontao. Y lo de comer bien lo debo a tres sitios concretos de los cuales paso a dar la reseña gastronómica, por si se os ocurre ir a Murcia:

Nº1- El Morcillas: durante todo el fin de semana estuve varias veces repostando ahí porque está al lado del rocódromo. Comimos paella, migas, tortillas, volcanes (patata frita, huevo frito, verduras fritas, carne a la brasa) y otras delicias de la huerta murciana. Para chuparse los dedos llenos de magnesio. Detalle exótico: La gente cogía vainas de habas frescas para comer la rica legumbre acompañada de cerveza.

Nº2- Madre de Dios: los amigos murcianos nos llevaron a este céntrico restaurante de tapas donde por muy pocos cuartos cenamos demasiado bien. Detalle crucial: reservad si no queréis esperar lo que nosotros (pero mereció la pena).

Nº3- No es un restaurante, pero también comí muy bien: fresas frescas del mercado, tostadas con tomate (sí, sí,¡pa amb tomàquet, qué ilusión!) y queso y jamón a la plancha. Los que lo regentan son un amor de personas. Detalle curioso: “me dejé” el trofeo en la estantería de la entrada, para que se acuerden de mí (y para que vengan a mi casa a devolverlo).

Y escalar, lo que se entiende como tocar roca y subir, pues no demasiado. Pero, y ahora sí, fue genial.

Jose Luis (Jotalu), Marina, Iris y Tere (los amores de personas), Miguelín (el que enseña a salir de las piscinas) y la que escribe (cisne blanco otra vez, veo).

Más fotos y comentarios en el blog de Bi.