viernes, 12 de julio de 2013

La tentación vive arriba

El otro día, en Tres Ponts, en una de sus inacabables vías, me encontré con una cinta exprés fija, de esas que están ancladas a la chapa con maillon. No obstante, la cinta, que ya estaba muy viejuna, no tenía mosquetón inferior así que deduje que alguien lo había quitado por precaución. Y es que, con las desgracias continuas de accidentes que observamos día a día, estos pequeños detalles con vías montadas ad eternum son cada vez más importantes. 

 Confesémoslo, las vías montadas son una tentación. Ya no digo vías con esas cintas fijas que parece que lleven ahí más tiempo que las propias chapas. Me refiero a las que están niqueladas, con flamantes mosquetones que nos invitan a un pegue sin compromiso a reunión. Sí, somos muchos los que más de una vez, ante la tesitura de probar una nueva vía, nos hemos decantado por la que ya estaba adornada con expreses. Ahora, tal y como está el patio, algunos nos lo miraremos dos veces antes de subir. 

Pero no es sobre seguridad que quería hablar, sino de esa tendencia que tenemos los humanos a tirar por el camino más comodón. Está claro, entre dos vías de grado similar la mayoría escogeríamos la ruta montada, si no hay nadie más en la sala. La cosa ya se pone más fea cuando la persona que la ha montado está ahí presente y dispuesta a escalarla. 

Cierto que no hay ninguna norma escrita y que cada uno actúa según su criterio. El mío es el de evitar cualquier aglomeración en una vía porque me incomoda sobremanera la sensación de que haya un par –o dos, o tres- de ojos que esperen ansiosos a que ponga mis pies en el suelo. Más chungo lo tengo cuando la vía en cuestión la he montado yo y hordas de escaladores quieren probarla (entiéndase por horda más de dos; ya sabéis, tres son multitud). Mi naturaleza complaciente siempre suelta un “por supuesto que puedes probarla” cuando, por dentro alguna vez, he pensado “pffff, qué rollo”. En mi opinión, nadie es dueño de una vía por tener las cintas puestas; por otro lado, las expreses son un reclamo sin igual y, cuando un sector tiene todas las vías libres y alguien quiere probar ESA vía que concretamente acabas de montar, a veces te hace sospechar si no será por lo antes mencionado (descontando que sea su proyecto, obviamente). En cualquier caso, no seré yo quien prohíba a nadie probar una vía que tenga montada. Es más, generalmente me encanta compartir secuencias y trucos igual que si fuesen recetas con mis vecinas octogenarias. 

Lo que ya no veo tan disimulables son otro tipo de actitudes. Por suerte, las he vivido en tercera persona y no me he visto en el mal trago de dar una respuesta desagradable o -mucho más probable- quedarme con cara de tonta sin saber qué decir. Os cuento dos:

Situación 1:
Un amigo escalando una larga vía de 40 metros. Entonces, cuando el chico ya ha superado la mitad del itinerario, un hombre le grita desde abajo, “Oye, te importaría bajar que mi mujer quiere darle un pegue y sino se enfría?” y él, descolocado, se baja. De acuerdo que el chico no fuera encadenando, cierto que ella la tenía a punto y, además, entre ellos había buen rollo –después de eso ya no tanto-, pero, yo me pregunto, ¿vale la pena crear una situación tan tensa?, ¿acaso unos tienen más privilegios que otros por tener la vía a punto o por haberla montado?, ¿es que la mujer en cuestión era muda? No, no, no. O sí (sí, si el que te pide que bajes te apunta con una recortada, pero ese es otro tema).

Situación 2:
Un amigo se acerca a una pareja de escaladores que están probando la misma vía. El diálogo fue más o menos así:
Amigo - Perdón, después de vosotros… ¿puedo probarla o va alguien más?
Escalador desconocido – Sí, mira: ahora le da mi colega, luego le doy yo. Entonces, luego va él, luego yo, luego él, luego yo y entonces, ya si quieres, vas tú.
            Amigo - (desconcertado) Vale gracias, ya pruebo otra. 
 
La amabilidad, queridos míos, no conoce fronteras además de escasear. Lo que yo no quiero ni imaginar –mierda, ya lo estoy haciendo- es qué sucedería si juntásemos a estos dos simpáticos y agradables escaladores con la impaciente parejita del primer caso y, para entretenimiento del respetable, queriendo probar todos la misma vía. Ahí sí que el que tuviese la recortada, y nadie más que él, llevaría toda la razón del mundo.

Me despido ya por hoy con unas fotos de Jaume Clua en Terradets Nord (Regina), en la vía Revifalla, un precioso 8a+ que encadenamos hace unos meses. Y menos mal, porque ahora lo único que se cosecha ahí son picadas de mosquito, yo me llevé 10.