domingo, 26 de agosto de 2012

Poco ingrávida y algo ancestral


De los últimos quince días tan solo he escalado dos, los mismos que aparecen en el anterior post (Silvretta y Sant Llorenç). El calor causa estragos en los más débiles y, en mí caso, me dejo estragar resignadamente. Debería entrenar, pues en septiembre hay unas cuantas competiciones de bloque interesantes, pero el bochorno me vence y acabo tumbada en el sofá, leyendo (o durmiendo), como podréis comprobar en la parte enjundiosa del post.

Cuando no estoy yaciendo culturalmente, me recreo con el agua: friego la casa todo el día para tenerla fresca (Maruja? Oui, c’est moi), riego el patio con la manguera y de paso a mí también, voy a la piscina a continuar con mi aprendizaje entre brazada y brazada, vamos de excursión a lagos pirenaicos donde bañarnos como Dios nos trajo al mundo, bajamos a la playa a jugar a palas y remojarnos en el cálido Mediterráneo y, finalmente, vaporizo mi cama antes de acostarme y luego a mí, una vez acostada. Qué gran invento, oh, hache dos o.
Llac de Gerber, Gran Llac de Colomers y fauna alóctona.

Así no hay manera ni de escalar ni de entrenar, por eso hoy me he obligado a movilizarme de una vez: He ido a Igualada y he participado en el divertido Open de la sala Ingrávita, donde he podido corroborar lo que ya sospechaba… Digamos que no estoy en mi mejor momento (¿Cuándo lo estaré? Es algo que llevo preguntándome desde que el doctor dijo es niña). Y, luego, o sea, hace un par de horas, al llegar a casa estaba muerta de hambre y me he comido una pizza acompañada de cerveza. ¡Qué remordimientos! Sí, sí, remordimientos, de esos que te corroen por dentro y te hacen jurar en arameo. (Y aquí empieza verdaderamente el post)

Volviendo de Austria con Iris y Tere pude disfrutar de un montón de horas de lectura y foro acerca de un libro que tenían en la auto sobre la famosa Paleodieta. Generalizando, la dieta esta indica que la alimentación sana es la que tomaron nuestros antepasados durante miles de años, pues así es como está adaptado nuestro cuerpo. Es decir: ni cereales, ni lácteos, ya que la agricultura y la ganadería no han sucedido hasta las últimas etapas de la especie humana.

A bote pronto, me pareció un tanto razonable lo que proclama la Paleodieta, pero, de todas formas, no acababa de entender el mecanismo de “cuerpo adaptado a comer X”. Y ahí me quedé, pensando en ello y en la alimentación en general durante unos días hasta que, de compras libreras con mi erudita madre, hallé la respuesta. Libro más gordo creo que no tengo, se trata de Alimentación, la tercera medicina, de Jean Seignalet. Lo adquirí porque gran parte del libro trata del funcionamiento humano ante la nutrición, tanto a nivel genético como a nivel digestivo, lo cual necesitaba conocer urgentemente (la curiosidad me posee los días pares). Y cual ha sido mi sorpresa cuando resulta que en el capítulo V, el señor Seignalet, aconseja la dieta que él llama Ancestral, que no es más que la moderna Paleodieta, más o menos. La diferencia es que Seignalet deja comer arroz, pero, por desgracia, la carne y el pescado se deben consumir crudos o semi-crudos.

Diría que el libro me parece muy adecuado para entender como están las cosas en nuestro intestino delgado. A grandes rasgos, el argumento de la dieta ancestral se fundamenta en las enzimas y su capacidad para adquirir el alimento y nutrirnos. Como analogía, las enzimas funcionan como una cerradura y las moléculas (alimento en parte digerido) son la llave. Es decir, solo una llave funciona bien con una cerradura concreta. Por este motivo, las moléculas de alimentos considerados nuevos son distintas a las moléculas de los alimentos originales y eso puede ser chungo o muy chungo ya que provoca la acumulación de muchas de ellas en nuestro cuerpo. Según el autor, muchas de las enfermedades del mundo occidental son causadas por una alimentación poco adecuada. A mí me medio convence. Sé que nunca le clavaré dentellada a un pollo crudo y que tampoco dejaré la cerveza o la pizza, pero quizás reconfiguraré un poco mi dieta para hacerla más retro y facilitar la tarea a mis queridas, aunque anticuadas, enzimas.

Decir, ya de paso –no os viene de otro párrafo-, que el doctor Seignalet, el cual comía ejemplarmente, murió en 2003. He tenido muchas dificultades para descubrir de qué pero finalmente me he enterado: pancreatitis aguda. Esto, según sus detractores, le desautoriza totalmente. Para mí es un dato que no se debería esconder, si su teoría es buena –comprobada, además, en muchos pacientes suyos-, da igual de lo que haya muerto, bueno, a menos que hubiese sido de obesidad mórbida. Muchas enfermedades son congénitas, la dieta no es la panacea aunque pueda ayudar a estar más sano.

Solo por curiosidad, ¿hay alguien ahí que siga o haya seguido este tipo de dieta?
 

jueves, 16 de agosto de 2012

Sueños de piedra

¿Solo por qué es 8a no me motiva o qué sucede?

Esta es la pregunta que me hacía hace un par de semanas, después de caer inusitadamente en distintos sitios de la vía Sueños de piedra, en la Paret Gran de Sant Llorenç del Munt. Es una vía bastante exigente, y, a mi parecer, mucho más difícil que cualquier 8a de ahí (o de allí). La roca, con algunos picados, unos tapados y otros destapados, ofrece pocas alternativas en las secciones difíciles que son de pasos largos. Me caí en sitios raros, por coger mal las presas y por fallar en la colocación, algo poco habitual en mí. No sabía porque estaba haciéndolo mal, intuía que era por falta de motivación, no de escalar en general sino sobre esa vía en concreto, algo raro también en mí. La tenía atragantada pero yo quería encadenarla rápido y con la misma facilidad con que encadenaba últimamente. Ah, amigos, que bien sientan las collejas de vez en cuando.

Entonces me fui; primero a Alemania y luego a Austria. Nada, solo cinco días, de los cuales uno lo dediqué a la escalada en bloque en Silvretta (Galtür) junto con Bi y sus amigos. El resto de días fueron inesperados, así que simplemente me dediqué a adaptarme y a aprender. Pero cuando tenía un momento de sosiego, Sueños de piedra volvía a mí y veía, con la claridad de la distancia, que me caía por no intentarlo con todas las ganas. Pensé que era bastante petarda (bueno, eso quizás sea cierto aun) por escalar sin implicarme y sin luchar.
Silvretta o Galtür, nada mejor que un cambio de aires para desatascarse.
Ayer volví a Sant Llorenç, la hice y pensé que eso me podría haber pasado con cualquier otra vía y que es positivo experimentar el chasco y la decepción (de vez en cuando, ¿eh?). He tenido que olvidar el grado, olvidar las caídas frustrantes y desear en cada paso duro que quería hacerla. Mientras cogía una presa y me dirigía a la siguiente, me preguntaba “¿Quieres escalarla?” e inmediatamente respondía que sí e iba a por la siguiente. Supongo que así es como lo hacemos de manera natural cuando estamos motivados, pero hacerlo de manera consciente ha sido revelador.

Ahora estoy contenta de haber fallado e intentado de nuevo y, por fin, resolver el problema y encadenar gracias a la mente y no al cuerpo.

sábado, 4 de agosto de 2012

Recuerdo poco, escribo mucho

Estar sentada en el sofá con el ordenador (aparato desgraciadamente más eficiente que una manta eléctrica) en la falda, intentando que ninguna de mis extremidades se toquen entre si mientras me esfuerzo por ordenar mis simples y pocas ideas y escribir algo con sentido se convierte en la tarea más ardua del día. Pobreta. Es probable que el calor me haya licuado órganos cruciales para la creatividad tales como el apéndice, el meñique del pie o las muelas del juicio. Es más, con estas temperaturas intuyo que mi cerebro, al que tampoco daba demasiado uso, ha palmado definitivamente.

Quería hablaros de la memoria con un magnífico discurso que tenía preparado, creo que lo guardé detrás de una de mis muelas, fundidas, como ya sabéis. Además, como dijo uno, “Mi memoria es magnífica para olvidar”. Lo único que recuerdo es que lo tenía todo requetepensado (osea), lo ideé un día mientras triscaba por el monte, igual que los grandes filósofos andarines: los peripatéticos (precioso nombre para una agrupación friki), Rousseau, Bacon -con queso- o Labordeta. Un post que me lanzaría, por fin, al estrellato de los bloggers y Google me dedicaría un Doodle y de ahí a la eternidad, o como mínimo, a Wikipedia. Aaah, sin muelas, ni dedo meñique, ni apéndice jamás lo conseguiré, ¡maldita sea! (vaaaale, lo confieso, siempre he querido ser una peripatética y andar descalza diciendo chorradas – y ahora mismo, para eso, solo hace falta que me quite las sandalias-). Ya paro, ya paro. 
  
Toda la moda en la boda (bien! mi apendice ataca de nuevo)
Pues bien, este verano 2012 será recordado por nuestra alocada prima de riesgo que se autoinmolaba constantemente y por el futuro del euro que pendía de un faden (hilo en alemán, creo que ya me está saliendo una muela); también será recordado por ser el verano de las olimpiadas londinenses, del jaleo en Siria y del incendio en la Jonquera, entre otros. Luego, cada uno lo recordará, además (o únicamente), por sus experiencias personales. Las mías, al menos para el mes de julio, ya las tengo disponibles. Una es la boda de una de mis mejores amigas, para la intimidad queda esa emotiva ceremonia entre vacas y mosquitos. La otra es la consumación de dos asuntos pendientes, la visita prometida a unas paredes a las que, año tras año, hemos evitado perezosamente. Ya puedo decir “Yo estuve allí”:

La Siberia: queda claro que el nombre no es por frío sino por lejano, yo le hubiese llamado Cuenca, pero ya estaba cogido (risas). Sector de Sant Llorenç del Munt que de buenas a primeras nos gustó mucho por sus vías físicas y duras pero que su largo pateo, alta humedad y horario matinal hacen que la segunda visita quede pospuesta para dentro de unos meses.
  
 Sant Benet: subí temblando a cada escalón (y hay muchos) que lleva al refugio, porque, ya sabéis, soy una tía muy impresionable y este sitio es de los más míticos que existen. La primera toma de contacto fue en l’Elefant donde constatamos el patagónico viento que sopla, la soledad reinante y la dificultad en la lectura de las vías. Volveremos cuando retome fuerzas para ello. Oye.   
Imagen de la zona de Sant Benet, Montserrat, hurtada vergonzosamente de www.summitpost.org