domingo, 30 de octubre de 2011

Anarquista indomable

Finde demasiado bueno en les Bruixes, cosa chunga porque luego me mal acostumbro y a la primera de cambio me llueven las collejas y vienen el llanto y el rechinar de dientes. El binomio amigos-encadenes es adictivo.

Er tito catxondo. Esta es la única foto de las 200 que le hemos echado donde este amor de hombre no hace gestos obscenos.

Y es ahí, en Terradets, donde poco a poco vamos tachando las líneas. Esto es algo que me da un pelín de pena (bueno, más pena me da cuando caigo). Estos dos días he disfrutado más que Willy Fog con una T-10 (¿lo pilláis? ¡decidme que sí! que aquí en casa no se ha reído nadie).
El primer encadene ha llegado gracias a un flash magistral de Esteve en “la indomable”, un 7c+ con final de arqueos sobre la nada. Pero lo que me ha hecho sentir realizada ha sido escalar “el anarquista”, un duro 8a+ que había perseguido en distintas ocasiones sin éxito. Pero hoy sí, y al chapar la reunión he estado -atención que estoy chistosa- más feliz que McGyver en una ferretería.

Foto cortesía de Alberto L., otro protobombero en potencia.


El retorno. Burgui encadenando Last Line (7c+).

Como dicen los Mojinos: el que la sigue la persigue.

viernes, 28 de octubre de 2011

Los guardianes del tejado

Con la que está cayendo más vale estar bajo techo. Así que para estar a cubierto y protegida he pensado que estaría bien contar con una buena Gárgola. Sí, ese ser mitológico que ahuyenta los malos espíritus desde el tejado y que, a la par que decora elegantemente, sirve de práctico desagüe. Dichosa mi suerte, estoy tirando cohetes.



Creo que soy bastante mala con las alegorías, siempre que veo una le atizo con el bolso. Tenía -tengo- que comunicar algo y no se me ocurre nada más que usar un recurso retórico que me rehúye (o sea, que no tengo ni zorra) porque me da un poco de corte el tema. Pero lo diré, y lo diré sin rodeos porque el asunto lo merece.
Ahí va: La próxima temporada, la empresa de rocódromos y presas Gárgola confía en mí para que les calcule la liquidación trimestral del IVA. Ay…creo que no era eso.
Lo diré otra vez: La próxima temporada, la empresa de rocódromos y presas Gárgola confía en mí para la formación de los empleados en materia de Riesgos Laborales. Joer, tampoco, qué difícil es esto.
Mirad: La próxima temporada, la empresa de rocódromos y presas Gárgola confía en mí y punto.
En qué confían en mí, aún no alcanzo a entenderlo. Pero mola.

viernes, 21 de octubre de 2011

Memoria olvidadiza

La temporada de competiciones 2011 terminó hace un par de semanas en Reus, con la última competición de bloque del año. Ha sido una temporada un poco rara: gran acumulación de compes en primavera y tan solo un par en otoño. Quizás debería hacer balance, por aquello de la catarsis personal que queda tan culto pero que nadie sabe cómo hacer. Bah, yo tras el ocioso verano no recuerdo demasiado. Bueno sí, julio fue fresco y en agosto hizo calor.

Reus, hacía tanto viento que casi salimos volando.

En cuanto a las competiciones, la impresión es que fue todo estupendo, pero mis clasificaciones lo contradicen. ¿Era yo la que caía en las primeras chapas? Ay, amigos, mi cerebro se ha ido atrofiando durante estos años de trabajo rutinario y, ahora, al volver a la universidad me he dado cuenta de cómo me estaba abandonando, en el sentido intelectual de la palabra. Igual que aquel que sale a correr y ve que no aguanta ni cinco minutos cuando años antes corría una hora. Pues lo mismo pero en tontuna neuronal: ¡despertaos malditas! La sensación en clase de “mierda, yo esto antes lo sabía” es bastante fastidiosa, sobre todo si te preguntan a ti.

Sé que ahora toca entrenar de nuevo, pero toca aun más colocar el codo en la posición adecuada (hincar el codo no, de momento) y estudiar o bloquear, según. Y dicho esto, hoy no escribo más que mis profes tienen la indecencia de mandarnos deberes sin tener en cuenta que se quiera escalar durante el fin de semana. Que por cierto, lloverá.

jueves, 13 de octubre de 2011

Cambio de estación

Estos días y antes de que la tarde decaiga tristemente en la oscuridad, voy a pasear con Neula por unas viñas que hay detrás de casa. A la perra le encanta comer uva y a mi me gusta recoger el gotim. El gotim son pequeños racimos o uvas sueltas que no vendimiaron porque han madurado tarde. Antes, me ha contado mi padre recordando su niñez, sí se recolectaban estos restos, pero hoy en día no sale a cuenta recogerlos -de momento- y ahí se quedan para alegría de zorros y pájaros.

Hoy, mientras apartaba las telarañas en busca de uvas he pensado en las vueltas que da la vida. No hace mucho tiempo me tocaba madrugar para ir a Barcelona a trabajar, ahora en cambio, madrugo para ir a estudiar. Tampoco hace demasiado que Esteve empezaba una aventura en formato oposición, con merecida victoria, lo cual ha revolucionado su estilo de vida.
Un octubre, cuando teníamos 27 años, nos prometimos muchas cosas, una fue cambiar nuestro estilo de vida antes de los 30 si ello nos iba a hacer más felices. Mirad, os hablo con el corazón, concretamente desde el ventrículo izquierdo: mañana Esteve cumple 30 años y empieza su formación como bombero; yo he empezado un master en la Autónoma (esto de volver a la universidad da para mucho, pero no hoy que este es un post solemne) para dedicarme auténticamente a la enseñanza de geología.


Estamos viviendo exactamente aquello que prometimos. No se trata de nada espectacular, no es un encadene, ni un premio Nobel, ni tan siquiera unos fuegos artificiales o una hamburguesa triple (eso sí tiene que ser espectacular). Es el día a día que habíamos pactado y que se cumple proféticamente (eh, Destino, te recuerdo que también propuse lo de la lotería como primera opción y aun estoy esperando). Todo esto es algo que me tiene alucinada y sé que en gran parte es gracias a Esteve, por su voluntad y decisión ante la vida. Viéndolo a él me atrevo a decidir qué quiero hacer y a dar los pasos necesarios hasta donde quiero llegar. Hoy, por ejemplo, me apetece una tortilla de calabacín, pues me levantaré de la silla e iré a la cocina a elaborarla, con un par de huevos. Soy dueña de mi destino.
Este post es para felicitar a Esteve por su treinta aniversario, una muestra viviente de que querer es poder, y aunque me haya olvidado de su regalo se que él lo encajará con alegría (sí, ¿no?).

Ah, otra cosa, os recomiendo encarecidamente que vayáis al Open del Plafó del Piri de Vilassar de Mar el domingo 23 de octubre. Bueno, haced lo que queráis, pero yo, como dueña de mi misma que soy, tomaré las medidas pertinentes (básicamente llenar de gasolina el depósito y pagar el peaje) para ir al divertido evento.

lunes, 3 de octubre de 2011

Conjunción planetaria en Montgrony

Últimamente los astros me son favorables: cada vez que he encadenado una buena vía, he podido dar las gracias a su equipador, pues ha dado la coincidencia de encontrarse allí en el momento preciso.

La última alineación astral molona ha sucedido en Montgrony, donde he escalado Babel 46, un recorrido sublime a la sombra del Bac de Sant Ou, obra de Joan Cabau. Aprovechando l’avinentesa (la oportunidad) de tenerlo al lado le preguntamos el por qué del curioso nombre cuyo origen no hubiésemos imaginado nunca. Babel 46 es una opera de Xavier Montsalvatge ambientada en un campo de concentración al final de la II Guerra Mundial donde la dificultad de entendimiento entre los prisioneros de distintos países da sentido al título. La vía también es un poco así, difícil de entender una vez estás en medio del fregao.

Partitura de la Ópera o Cosa relacionada con el tema que encuentro por la red a falta de fotos.

Hace unos años, cuando Esteve la encadenó, se había roto una presa en el paso clave, por lo que había gente que opinaba que de 8a+ pasaba a 8a+/b o quizás 8b. Este verano, un escalador tuvo la agradable experiencia de arrancar una chorrera situada antes del paso duro. He oído un par de opiniones que hablan de 8b+, pero en cualquier caso, a mi juicioso parecer, ese tramo de bloque-resistencia le da carácter de 8b. Da lo mismo, la vía es una maravilla y la encadené luchando cosa mala. Fíjate tú que al segundo pegue el bloque no me salía y decidí no probarla más del cabreo que llevaba, pero como ahí todas las vías son largas y me daba pereza montar otra, dejé las cintas para que le diese un pegue el que rompió la chorrera a modo de castigo. Al final -tras ingerir un flan, mucho mejor que el pollo del otro día- me metí de nuevo, resolví el bloque y salí loando a La Moreneta hasta la reunión. Aun no lo acabo de entender del todo, fue un acto de fe.