Me dio miedo

Hacía bastante que no escalábamos en Rodellar, cosa rara teniendo en cuenta que esta escuela nos gusta más que a un tonto una gorra a cuadros, y eso -por desgracia- se nota.
Este finde hemos vuelto y puedo jurar que hacía mucho que no pasaba tanto miedo. “Miedo escénico” lo llama Esteve, que digo yo que lo dice tan eufemísticamente para consuelo de la menda. Y yo le llamo “Miedo quetecagas” porque no se me ocurre mejor símil que el escatológico. Sea como fuere, la cuestión es pasar miedo y pasar un buen rato –cuan difícil objetivo-, como cuando se va al túnel de la bruja pero donde en vez de escobas y murciélagos de plástico hay chorreras diabólicas y góticos desplomes. Brrrr.
La vía objeto de mis pesadillas diurnas del sábado por la tarde tiene nombre de un álbum de Manowar. Muchos ya sabéis de lo que hablo, verdad? Pues de la vía The Kings of metal. Suerte que solo probé el primer largo (7c+) que si oso a subir hasta la segunda reunión (8a+), como el machote de Stif, me debería estar tratando con ansiolíticos.

No me negaréis que no da miedo este señor tan fibrado y de mirada encendida

Soy un poco exagerada, lo reconozco, pero sí es cierto que en el penúltimo paso de la vía lo pasé mal. Como muestra de la gran madurez que me caracteriza, baje enfadada con el mundo cruel (en ese momento todo son culpas ajenas, obviamente) y de morros con el primero que tenía a mano -Esteve (que como parte del mundo que es y único representante allí presente también tenía culpa, angelito)-. No fue hasta el domingo que conseguí pasar de ahí y llegar a la reunión. Uf, qué descanso para mi sistema nervioso y, sobre todo, para el del amigo Stif, portavoz del mundo cruel en esos momentos de zozobra. Zozobra, que viene la cobra. Ya, no viene a cuento pero da igual, me ha pasado por la cabeza así que lo pongo.
Y volviendo al trauma de la Kings, ahora ya no es para tanto, pero os prometo por mis muertos que di vueltas y vueltas en la cama el sábado por la noche pensando en lo que me esperaba al día siguiente.

Mis allegados y sus profundas cavilaciones acerca de lo intangible y de lo que no lo es tanto.