Ayer me enteré de algo muy curioso (y no me refiero al vacío perfecto que existe en la cabeza del señor Wert). Resulta que se está poniendo de moda un método alternativo para emborracharse: ahora lo más cool es pegarse la taja usando tampax empapados de alcohol. La cosa consiste en mojar el tampón con, pongamos, orujo e introducirlo por algún orificio próximo a las ingles; luego, las mucosas anales y/o vaginales absorberán el alcohol y, tampax mediante, te sentirás libre y segura a la par que contenta y escocida sin haber probado ni gota. Además, podrás cantar Asturias patria querida sin atufar al de al lado ni vomitar en la acera. Sin duda un descubrimiento muy útil para la humanidad.
Otro descubrimiento curioso y, me atrevo a afirmar que, más beneficioso, es el de la punción seca. Hace un par de semanas lo probé en mis carnes así que os cuento la experiencia: durante el Open de la Salle me empezó a doler intensamente la segunda falange del dedo anular. No soy mujer de fisios pero el dolor y la perspectiva de seis competiciones seguidas me movilizaron para buscar una solución rápida. Así que me puse en manos de Fèlix y ahora, con solo una sesión, el dedo está casi perfecto. Al grano. Fèlix me explicó la técnica, que consiste en clavar una aguja muy fina hasta llegar al punto contracturado –o punto gatillo- y, una vez clavada, menearla adecuadamente. En el momento del pinchazo estaba rígida como una muerta, pero la sensación indolora durante la introducción agujil me relajó un poco. Entonces llegó el momento fatídico en el que noté como un objeto punzante sí identificado clavado en mi antebrazo estimulaba el movimiento espasmódico de mi angustiado dedito. Yo quería aguantar estoicamente pero mi posición corporal semejante a la niña del exorcista delató mi baja tolerancia al dolor. En resumen, es una técnica muy efectiva pero os juro que la próxima vez que me puncionen secamente, me llevo un paquete de támpax y una botella de JB a la consulta y me hago la punción húmeda ahí mismo.

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La bolsa aun no se había revelado |
Finalmente, os cuento un acontecimiento más, también de índole curiosa. Estaba yo tan contenta en la compe de Zaragoza: reencontrándome con las amigas, calentando, visualizando la vía y demás cosas típicas que suelen hacerse en una competición. Al llegar mi turno y empecé a subir y me noté bien: relajada y concentrada. Entonces, oí como el speaker (también conocido como “el del micro”) empezó a decir cosas. Cosas raras, la verdad. Cosas sobre mí que me hacían aguantar la risa y preguntarme sobre la fuente de información de ese buen hombre. "Ahí está compitiendo Marieta Cartró, de la selección catalana, una triunfadora y firme aspirante al podium". Yo estaba por girarme y decir: ¿es que tenéis pensado matar a la mitad de competidoras? En las competiciones de España acostumbro a quedar siempre en medio del ranking así que no entendía porque este hombre estaba poniendo tantas esperanzas en mí. Justo cuando estaba a punto de dejarme convencer por la retórica del speaker y creerme sus motivantes palabras, la bolsa de magnesio decidió separarse de mí constatando que la gravedad continuaba siendo de 9,8 m/s². Pero seguí escalando, claro, pues tenía al speaker emocionado con tal experimento físico. Entonces, a cuatro movimientos del top, en un fatídico movimiento, caí. Y no por falta de magnesio ni por ser la preferida del speaker en ese momento, caí por no poder hacer el paso, por falta de fuerza. Eso sí, ya que iba a emular a la bolsa de magnesio, al menos hacerlo de manera heroica: quemándome la pierna con la cuerda.
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Campionat de Catalunya, Sant Cugat. Una competición que discurrió tranquilamente. |