Estar sentada en el sofá con el ordenador (aparato desgraciadamente más eficiente que una manta eléctrica) en la falda, intentando que ninguna de mis extremidades se toquen entre si mientras me esfuerzo por ordenar mis simples y pocas ideas y escribir algo con sentido se convierte en la tarea más ardua del día. Pobreta. Es probable que el calor me haya licuado órganos cruciales para la creatividad tales como el apéndice, el meñique del pie o las muelas del juicio. Es más, con estas temperaturas intuyo que mi cerebro, al que tampoco daba demasiado uso, ha palmado definitivamente.
Quería hablaros de la memoria con un magnífico discurso que tenía preparado, creo que lo guardé detrás de una de mis muelas, fundidas, como ya sabéis. Además, como dijo uno, “Mi memoria es magnífica para olvidar”. Lo único que recuerdo es que lo tenía todo requetepensado (osea), lo ideé un día mientras triscaba por el monte, igual que los grandes filósofos andarines: los peripatéticos (precioso nombre para una agrupación friki), Rousseau, Bacon -con queso- o Labordeta. Un post que me lanzaría, por fin, al estrellato de los bloggers y Google me dedicaría un Doodle y de ahí a la eternidad, o como mínimo, a Wikipedia. Aaah, sin muelas, ni dedo meñique, ni apéndice jamás lo conseguiré, ¡maldita sea! (vaaaale, lo confieso, siempre he querido ser una peripatética y andar descalza diciendo chorradas – y ahora mismo, para eso, solo hace falta que me quite las sandalias-). Ya paro, ya paro.
Toda la moda en la boda (bien! mi apendice ataca de nuevo) |
Pues bien, este verano 2012 será recordado por nuestra alocada prima de riesgo que se autoinmolaba constantemente y por el futuro del euro que pendía de un faden (hilo en alemán, creo que ya me está saliendo una muela); también será recordado por ser el verano de las olimpiadas londinenses, del jaleo en Siria y del incendio en la Jonquera, entre otros. Luego, cada uno lo recordará, además (o únicamente), por sus experiencias personales. Las mías, al menos para el mes de julio, ya las tengo disponibles. Una es la boda de una de mis mejores amigas, para la intimidad queda esa emotiva ceremonia entre vacas y mosquitos. La otra es la consumación de dos asuntos pendientes, la visita prometida a unas paredes a las que, año tras año, hemos evitado perezosamente. Ya puedo decir “Yo estuve allí”:
La Siberia: queda claro que el nombre no es por frío sino por lejano, yo le hubiese llamado Cuenca, pero ya estaba cogido (risas). Sector de Sant Llorenç del Munt que de buenas a primeras nos gustó mucho por sus vías físicas y duras pero que su largo pateo, alta humedad y horario matinal hacen que la segunda visita quede pospuesta para dentro de unos meses.
Sant Benet: subí temblando a cada escalón (y hay muchos) que lleva al refugio, porque, ya sabéis, soy una tía muy impresionable y este sitio es de los más míticos que existen. La primera toma de contacto fue en l’Elefant donde constatamos el patagónico viento que sopla, la soledad reinante y la dificultad en la lectura de las vías. Volveremos cuando retome fuerzas para ello. Oye.
Imagen de la zona de Sant Benet, Montserrat, hurtada vergonzosamente de www.summitpost.org |
3 comentarios:
Que placer ver como hay sitios tan buenos que aún nos resultan desconocidos! Y lo que es mejor, que se puede escalar decentemente en verano! Demos gracias a Dios.
ainnnnssss, jo només sé que t'anyoraré...
I jo també encant ;*
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