A falta de chispas

No iba a escribir hoy pero al ver que tenía un correo de Jaume con algunas fotos de la compe de hoy (Copa Catalana d’escalada en bloc) me he animado a escribir cuatro líneas.
Las clasificaciones no os las pongo que ya saldrán en su momento en la página de la FEEC –la verdad, no me acuerdo de la mayoría-. Pero sí deciros que las nuevas generaciones suben pegando fuerte y que el nivel de Copa Catalana está aumentando por momentos. Muestra de ello son David o Paula, que con facilidad pasmosa agarran una presa y luego otra y así hasta el top.
La competición se ha alargado bastante porque éramos un montón de gente: ¡solo con deciros que había 24 de la categoría infantil! Y de chicas éramos 10, que no está nada mal.
Yo estoy muy satisfecha con mi actuación. La final ha estado muy reñida y lo he dado todo para finalmente acabar en un feliz cuarto puesto. Aclaro que hubiese sido igual de feliz con una quinta, una tercera o una x posición ya que mis objetivos se han cumplido tal y como deseaba: mi motivación para entrenar está por las nubes y me veo en buena forma, lo que confirma que mi autoentreno va por buen camino.



Y ahora viene lo surrealista del día recién salido del horno, y nunca mejor dicho: He llegado a casa a las 10:30 con un hambre feroz y mientras preparaba una pizza y me tomaba con auténtico placer un buen sorbo de cerveza, han llamado al timbre. La perra se ha puesto furiosa cuando he abierto y ha aparecido un tipo vestido de demonio. Mientras examino su disfraz pienso “joder…ahora qué quiere el tio este, que por cierto es mi vecino. Esta claro que no conoce la furia de una mujer hambrienta y, sobre todo, sedienta”. Entonces me dice que si puedo apartar el coche de la calle, que están a punto de hacer un “correfoc”. ¡Por favor! Esto es el súmmum…mi pueblo es la cosa más aburrida del mundo: tiene 22 habitantes, 3 calles y hoy da la casualidad que es la fiesta mayor; manda huevos. “Da igual, que le caigan chispas al coche, me la suda” le digo intentando ser amistosa y seguidamente cierro la puerta.
Ataco la pizza y abro una segunda cerveza cuando vuelven a llamar al timbre. Por lo visto, el vecino siempre llama dos veces. “Que mejor que lo apartes” dice. “VALE” respondo ante su insistencia, en cuanto antes saque el coche del alcance de la panda de pirómanos frustrados, ¡mejor! (con todo el cariño del mundo, que al final me ha gustado el espectáculo pirotécnico). Como no me fío de dejar a la perra y a la pizza juntas sin mi custodia, cojo a la perra –ahí he cometido un grave error, pues debería haber escogido la comida- y entro en el coche. Voy a la calle de abajo mientras me voy sintiendo cada vez más tonta pues mi garaje estaba bloqueado por otros coches. Podría haber entrado mi coche ahí pero por pereza de buscar a los propietarios al final me muevo yo. Total, que aparco y entonces…empiezan con el fuego: dragones escupiendo chispas, tambores, petardos, niños gritando, humo. Una gozada para Neula que a los dos segundos ya corre hacia el bosque como una posesa. “Y yo sin mi pizza…”. Recupero a una Neula histérica que no quiere esperar a que acaben con el petardeo para volver al hogar. Pero el problema es que están justo bloqueando el acceso a mi casa. ”Mi pizza…mi cerveza…mi casa…teléfono”. Por fin se les acaba la -a ojo de buen cubero- tonelada de explosivos y podemos volver a casa no sin antes atravesar una alegre multitud (pero ¡de dónde sale tanta gente!) que nos miran sin entender a qué viene tanta prisa.