lunes, 22 de febrero de 2010

Agua de febrero, año cebadero

Cotilleando por el 8a.nu me doy cuenta de lo poco que se está escalando este invierno. Los encadenes escasean, lo cual es evidente, pues la situación de depresiones reincidentes por nuestros parajes es apasionante para los meteorólogos pero depresiva, en todos sus significados, para el escalador.

Carámbanos adornan una lucha infernal entre la bestia y la bella (¿estaré incurriendo en una obviedad si os digo que la bella es Neula?).

Nosotros hemos estado de suerte y hemos disfrutado de sectores bastante secos. El fin de semana anterior estuvimos escalando en Les Bruixes, donde por tercera semana consecutiva hemos coincidido con unos franceses -jubilados- que corretean por aquí en busca del sol. Debo decir que estos hombres, aparte de ser encantadores, aprietan de lo lindo en séptimos y octavos y también equipan vías por doquier. No puedo dejar de mirarlos con admiración (y con envidia también, que los jodíos se hinchan a escalar).
Este sábado hemos visitado por primera vez el famoso sector de deportiva que está en el Contrafort del Rumbau en Oliana. Las líneas que surcan la pared son impresionantes, algunas tienen hasta 50 metros y siguen chorreras inacabables. Todo lo contrario que en Calders, sector de vías a bloque sobre romos y tacos, que es donde estuvimos ayer hasta que la lluvia nos ahuyentó. De todas formas, no nos supo mal marchar porque la mayoría de rutas tenían tramos totalmente empapados. Jamás había visto este sector tan calado.

Esteve esparciendose en un 7c+ con humedades.

Ya para acabar os quería mostrar un nuevo ídolo de masas que redefine el significado de valentía. Aquí está Toto, un perro que va por la vida con un par… o con una miopía galopante:


lunes, 8 de febrero de 2010

Late, corazón

El jueves conocí a un anisakis. ¿Qué os parece? Pues un asco. Ya, que los ha habido siempre, que si los cueces a 60º C mueren y si los congelas durante dos días, también. Pero qué queréis que os diga, ver al simpático animalito desfilando parsimoniosamente por un rape es una imagen difícil de olvidar. Para los que no sepáis, el anisakis es una especie de gusano que vive en los intestinos de los peces (en el 80% de los peces del Atlántico) y que puede causar trastornos graves a quien lo ingiera vivo (vease el caso de la vicepresi Fdez. de la Vega, entre tantos otros). Por este motivo, Sanidad creó una Ley que obliga a los restaurantes a congelar el pescado antes de cocinarlo o de servirlo crudo.
Eran las siete de la mañana del día siguiente cuando, conduciendo por la autopista, me dirigía hacia el trabajo rememorando con repugnancia la imagen del anisakis retozando feliz por mi rape en adobo. Pensé que no existía nada que me hiciese olvidar un trauma de tal magnitud pero estaba equivocada: me metí en el lateral de la autopista para ir a repostar combustible cuando mi coche se encaprichó del maletero de un Mini que tenía justo delante. Nada ni nadie pudo evitar tan emocionante encuentro. Siniestro total, dijo el mecánico.
Supongo que mi cupo de mala suerte ya estaba completo cuando al día siguiente, contractura en cuello mediante, conseguí encadenar un 8a en Les Bruixes cuyo nombre recapitula mi plácida semana: El Latido del miedo.

Bonita estampa de la semana anterior, desde la pared de les Bruixes, cuando los anisakis aun me eran grandes desconocidos. Qué tiempos aquellos...

lunes, 1 de febrero de 2010

Tocar los huevos

- Tienes tendinitis, ponte Voltarén y, ya de paso, crema hidratante.
Eso me dijo la traumatóloga mientras me toqueteaba los dedos con poco interés, una semana antes de Navidad.
-Estaría bien que hicieses rehabilitación. Seis sesiones. ¿Te parece?
-Vale - Asentí felizmente porque hasta entonces nunca había hecho rehabilitación. Pero ahora lo puedo decir, es tedioso, si me dan a elegir, prefiero leer el Código Civil Mongol a ir ahí.
Justo antes de despedirme, me miró con escepticismo y añadió:
-Porque parar de escalar no vas a parar, ¿verdad?
-Bueno... no creo - Fue mi respuesta acompañada de un tono de grave pesar, como si me supiese mal por ella.

Todo lo que he hecho desde entonces ha sido escalar en roca los fines de semana y el plafón, como el chiste de los huevos, ni tocarlo (1). Pero mañana por la tarde empiezo de nuevo porque ya me siento bastante mejor y llegó la hora de ponerse las pilas.

Y entre tanto, releo lo escrito y me pregunto, en plan Alaska: ¿A quién le importa lo que yo haga? ¿A quién le importa lo que yo diga?. Y todo por culpa de una reflexión acerca de los blogs a la cual he llegado por la insólita senda de los enlaces (una siempre sabe donde empieza pero no donde acabará). La máxima, la cual veneraré como dogma de fe descriptor de todos nosotros (los bloggers) y que no hay que olvidar, es la que sigue:

Nunca antes tantas personas con tan poco que decir dijeron tanto a tan pocos.


Lo he sacado de aquí: despair.com

(1) Se encuentran dos amigos vascos, y uno de ellos camina con las piernas abiertas, como escocido. El otro le pregunta:
- ¿Qué te pasa pues, Iñaki?
- Pues que vengo del médico y me ha dicho que tengo colesterol.
- Y por qué andas así, pues?
- Porque me ha dicho que los huevos ni tocarlos.